Se denomina ansiedad a la alarma o expresiones de tensión que una persona pone en marcha ante situaciones que considera amenazantes y para las cuales no encuentra solución.
Si, además, identificamos que la naturaleza de esa ansiedad es una
sexualidad entendida como genitalidad y el escenario donde se
desencadena es el coito, nos vamos a encontrar que hay un amplio porcentaje de la población, hombres y mujeres, que tienen dificultades en la cama.
O como se ha venido llamando hasta la fecha, trastornos, patologías,
malestares o disfunciones que acaban incorporándose en sus procesos de
sexuación y en sus identidades.
Nos guste o no, el esquema erección, penetración y eyaculación sigue jugando un importante papel en las relaciones entre los sexos, en sus prácticas y en la vivencia que tienen de sus encuentros eróticos.
No tener habilidades para el arte de amar, no contar con un tamaño de
pene adecuado, una erección consistente y un tiempo eyaculatorio que
permita la satisfacción siguen siendo preocupaciones recurrentes que responden a un patrón heteronormativo difícil de desmontar.
De esta manera, las relaciones sexuales se acaban convirtiendo en una carrera de fondo
repleta de obstáculos en pos de la eficacia pero cuyo resultado final
son unos elevados niveles de ansiedad que, desde un punto de vista
fisiológico, tampoco ayudan a la esperada respuesta eréctil.
Las relaciones
sexuales se acaban convirtiendo en una carrera de fondo repleta de
obstáculos en pos de la eficacia pero cuyo resultado final son unos
elevados niveles de ansiedad
Aunque el feminismo y otros marcos teóricos aportan elementos para
atravesar el discurso del consumo, de la capacidad y la resistencia,
nunca se puede perder de vista que los procesos de sexuación a los que
estamos sometidos de forma continuada se inscriben profundamente sobre nuestros cuerpos, tal y como apunta el sexólogo Silberio Sáez en su libro Cuando la terapia sexual fracasa,
colocando a los hombres (y también a muchas mujeres) en una situación
delicada con claras consecuencias negativas en el terreno erótico. Y,
concretamente, en la vivencia y expresión de su erección.
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